Podría decirse que mientras Salinas llevó a cabo la reforma económica neoliberal, Zedillo inició, y dejó inconclusa, la reforma social neoliberal.
El “bienestar de la familia” fue solamente un slogan de campaña; la población fue sacrificada; la desigualdad fue en aumento; el ingreso nacional continúo concentrándose en grupos vinculados estrechamente con el gobierno y siguieron prevaleciendo márgenes muy altos de ineficiencia y corrupción en el aparato administrativo.
Los saldos políticos, sociales y económicos que hasta hoy seguimos viviendo son sobre todo la disminución del nivel de vida de la población, debido a que política del sexenio Zedillistas se ajusto a los dogmas del neoliberalismo. Donde uno de los primeros dogmas que trato de aplicarse fue el desarrollo de la teoría del capital humano, que concibe el subdesarrollo y la pobreza como consecuencia de la carencia de capital humano (educación y habilidades productivas) entre las mayorías de la población. El segundo dogma es la búsqueda de la eficiencia productiva evitando el desperdicio de los recursos. De ahí la focalización de los esfuerzos y recursos del estado deberían ser canalizados sólo a los pobres en extremos, para evitar el desperdicio, que supone, según esta ideología, apoyos a quienes no lo necesitan, como ocurre con los subsidios generalizados.